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En busca de la mujer perfecta
Marcos Rodríguez Leija
Harto de la neurosis y la gordura imparable de lo que fue alguna vez una tímida y exquisita esposa, un científico prominente y feo decidió matarla. Le extirpó el corazón y el cerebro para crear a la mujer de sus sueños: escultural, sumisa y dispuesta a cualquier fantasía sexual.
Cuando concluyó el experimento, el inventor insertó un chip en la nuca de aquella figura de acero inoxidable y cubierta por un látex similar a la piel humana. En ese momento la mano de la mujer androide lo tensó del cuello hasta matarlo. El error del científico fue no haber borrado del cerebro de su mujer las últimas imágenes que vio ella antes de morir.
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Del porque llevo un niño tatuado en el pecho...
Marcos Rodríguez Leija
Por una sencilla razón, tengo en el lado izquierdo de mi pecho el tatuaje del niño que fui hace muchos años. Durante un viaje a la Polinesia conocí a un viejo indio samoano. Él me dijo que el tatuaje es eterno e inmortal, trasciende al cuerpo después de la muerte. Los samoanos se tatúan desde tiempos remotos. Yo no sé si ocurre siempre con todos los de su tribu o la fe de aquel hombre era tanta que, lo vi volar de su ataúd hasta desaparecer en el firmamento. Cuando llegó el fin de su existencia, se transformó en el dragón que llevaba pintado en todo su cuerpo.
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La aparición
Marcos Rodríguez Leija
Un hombre lanza golpes, desesperado, para defenderse de un fantasma que no lo deja en paz desde que rentó la casa que hoy habita. Lo que no sabe es que ha muerto y es a su alma a la que ahuyenta.
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Fumar siempre puede ser dañino
Marcos Rodríguez Leija
No falleció de cáncer, pero sus amigos lo recuerdan como un gran fumador. Podía hacer todo tipo de figuras: círculos, cascadas, espirales, signos de admiración, estrellas; su error fue perfeccionar cada vez más las figuras y sobre todo, siluetear en el aire a una serpiente que apenas formada le hincó sus afilados colmillos hasta matarlo.
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